La evolución vivida por el mercado musical español en los últimos años, ha estado caracterizada principalmente por tres aspectos: el descenso de las ventas, la caída en asistentes a conciertos y un ligero aumento de las compras online. Ante este panorama, los artistas no saben hacia donde mirar para encontrar la salida. ¿Tan difícil es?
Con la llegada de Internet se produjo algo curioso. La música comenzó a llegar a todos los públicos y a todos los lugares. La industria sentía que iba a ser una buena época pero las cifras no acompañaron. En los últimos 6 años las ventas no han parado de caer, facturando en 2011 menos de la mitad que en ejercicios anteriores. Solo los vinilos consiguen salvarse de la quema, al igual que las ventas de música digital. Gracias a servicios como iTunes, Spotify o Amazon las cifras crecen a un ritmo de un 17% anual. Los conciertos también se han visto afectados y según la SGAE, se celebran unos 5.000 menos. El famoso gestor de derechos ha visto como su actuación quedaba en entredicho con multas millonarias por abuso de posición dominante.
Con el streaming no se vive
La actual crisis por la que esta pasando el país está modificando el comportamiento de los amantes de la música, que han pasado de llenar estadios de fútbol a preferir servicios como la compra online y el streaming. Spotify, uno de los actuales referentes, no para de crecer, dejando así en evidencia a la industria musical, que pensaba que Internet «iba a matar a la música«. Aunque no es oro todo lo que reluce, ya que los artistas no están recibiendo pagos demasiado importantes por parte de este proveedor. Recordemos que estos servicios no realizan el pago a los artistas directamente y trabajan únicamente con las discográficas. Los artistas cobran en función de sus contratos privados y viven con el margen que les proporciona su sello discográfico. Grupos como Vetusta Morla no ganan más de 100 euros al mes por ofrecer su música en streaming, según publica la revista Rolling Stone.
Ante este panorama la industria debe ser capaz de reaccionar y cambiar la forma de pensar. Si los servicios de streaming no pueden mantener a los artistas, si las ventas no paran de caer y si la asistencia a los conciertos sigue en decadencia, deben ser las discográficas y el resto de la industria los que se den cuenta de lo insostenible del modelo actual.