Todos los dispositivos que usamos a diario experimentan fallos o bugs. Ningún software es perfecto, y por ello los fabricantes están lanzando constantemente actualizaciones que arreglan fallos, y en otros casos los introducen. Pero, ¿por qué llamamos bug a estos fallos que ocurren en programas, aplicaciones, sistemas operativos y hardware?
El último estudio que se realizó sobre el coste de los bugs se llevó a cabo en el año 2002, y éste estimó que el coste de los bugs equivale al 0,6% del PIB de Estados Unidos (unos 60.000 millones de dólares ese año). La cifra probablemente ha aumentado, ya que dependemos cada vez más del software, y todos experimentamos cuelgues, ralentizaciones o software que nos dificulta el día a día.
Edison, el primero en asociar bug a un fallo
Coloquialmente llamamos a estos fallos bugs, pero no se sabe exactamente cuándo empezaron a llamarse así. Muchos historiadores parecen coincidir en que todo parte de Thomas Edison en el año 1878, donde usaba el término «bug» para referirse a un problema difícil que requería solución, o un defecto a nivel de diseño que requería solución. En concreto, en la carta escribió que «había encontrado un ‘bug’ en su aparato».
Así, es posible que él fuera el primero en acuñarlo, o que fuese común usarlo en su círculo cercano. El Oxford English Dictionary cita en 1889 un ejemplo relacionado con Edison que describe el bug como una metáfora para un insecto entrando en un dispositivo y haciendo que éste falle, ya que Edison lo menciona en la carta en referencia a que un bicho había entrado en un teléfono en el que se encontraba trabajando.
Ada Lovelace: reconociendo fallos humanos
Sin embargo, Edison no fue la primera persona que reconoció que un dispositivo podía fallar por un error en su programación. Ada Lovelace, en 1843, escribió sobre el problema en referencia a la Máquina analítica de Chales Babbage, afirmando que el mecanismo que usa la máquina para hacer cálculos está libre de errores, pero los humanos que la usen pueden introducir los datos de manera errónea en las tarjetas que se usaban para programarlos. Esto puede dar lugar a instrucciones incorrectas, y por tanto resultados incorrectos como puede ocurrir al programar cualquier dispositivo.
Por tanto, aquí tenemos tanto la primera referencia a un fallo de programación como a la primera referencia a bug como fallo de diseño. Esto echa por tierra otra creencia popular, que establecía que la primera referencia a bug la había hecho Grace Hopper en 1947, cuando una polilla entró en los relés de un ordenador Harvard Mark II e hizo que fallase. Hopper pegó la polilla en el folio y lo anotó como el «primer caso en el que se ha encontrado un bug». Sin embargo, esta no era la primera referencia a bug como fallo, y tampoco se estableció que fuera la polilla la verdadera causante del fallo del ordenador, ya que además había sido golpeada, lo que indica que había seguido funcionando después de que entrase.