El reciente anuncio por parte de la escritora Lucía Etxebarría de abandonar la publicación de libros escudándose en la «piratería» que existe en Internet ha despertado una oleada de críticas por parte de la comunidad de usuarios y de otros creadores. ¿Es Internet el enemigo de los autores?
La escritora valenciana ha sido el último ejemplo de un artista español que alza la voz para clamar contra lo que consideran el «saqueo» de sus obras en Internet. Tiempo atrás fueron otros como Pau Donés, David Bisbal, Pilar Bardem o Víctor Manuel quienes hicieron lo propio, sin dudar a la hora de calificar como «ladrones» a quienes descargan y comparten contenidos con derechos de autor.
Un magnífico artículo de Hernán Casciari, periodista y escritor, titulado «Para ti, Lucía» nos acerca a la nueva realidad que se vive gracias a la Red, animando a este grupo de autores a mover el punto de mira hacia el que es el verdadero enemigo: la industria editorial. El autor identifica el discurso de esta industria, que ha criminalizado en múltiples ocasiones a la Red y sus usuarios, con el del «mundo viejo«, mientras que los nuevos tiempos que se viven gracias al desarrollo de Internet pasan por ser los del «mundo nuevo«.
«El viejo mundo se basa en control, contrato, exclusividad, confidencialidad, traba, representación y dividendo. Todo lo que ocurra por fuera de sus estándares, es cultura ilegal«, explica Casciari. «El mundo nuevo se basa en confianza, generosidad, libertad de acción, creatividad, pasión y entrega. Todo lo que ocurra por fuera y por dentro de sus parámetros es bueno, en tanto la gente disfrute con la cultura, pagando o sin pagar», compara el autor.
Dado que Etxebarría es una escritora reconocida y seguida por muchos lectores, «no es responsabilidad de los lectores que no pagan que Lucía sea pobre, sino del modo en que sus editores reparten las ganancias de los lectores que sí pagan«, señalando a la industria editorial como el verdadero y único «enemigo».
El artículo de Casciari nos recuerda a la famosa «Cena del miedo» que vivió hace algo menos de un año Amador Fernández-Sabater. «Vivimos en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible» y en el que sigue existiendo «una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad», explicaba el autor.
El «viejo mundo» acabará muriendo a menos que renueve su discurso o se adapte a la nueva realidad. «No hay que debatir con él, porque gastaríamos energía en el lugar incorrecto. Hay que usar esa energía para hacer libros y revistas de otra manera; hay que volver a apasionarse con leer y escribir», indica. No obstante, es una pena que en esta agonía se promuevan medidas para contentarle y dar un zarpazo a los derechos de los ciudadanos. El más claro ejemplo es la llamada Ley Sinde, pero por suerte para creadores y usuarios, simplemente son los estertores de un enfermo desquiciado que poco a poco cava su propia tumba.