Así rechazaron comprar la patente original del teléfono: «muchas limitaciones y sin valor»
A día de hoy hay innovaciones históricas que nos han llevado a cotas inimaginables de avance tecnológico, como el descubrimiento del transistor, del teléfono o de la producción de electricidad. Nadie duda de su importancia e influencia histórica, pero en el momento en el que se descubren muchas de estas innovaciones suelen generar mucho rechazo. En este caso, hablamos de un rechazo valorado en miles de millones de dólares.
100.000 dólares: el precio de la patente del teléfono que valía millones dos años después
Alexander Graham Bell fue el creador y registrador de la patente del teléfono en Estados Unidos, a pesar de que Antonio Meucci lo había creado años antes. Sin embargo, fue la creación de la Bell Telephone Company la que ayudó a disparar la implementación del teléfono en Estados Unidos, y posteriormente en todo el mundo.
Unos meses después de registrar la patente en 1876, con sólo 29 años, Graham Bell se puso en contacto con Western Union para venderles la patente por 100.000 dólares de la época. Esa patente recogía el “método usado por un aparato para transmitir sonidos vocales u otros mediante ondulaciones eléctricas similares a las vibraciones del aire que transportan el sonido”.
Esta patente estaba asociada ya a un producto que funcionaba como era el caso del teléfono, algo que no suele ocurrir con las patentes. El propio Bell ya había realizado llamadas de prueba para determinar que el prototipo funcionaba y era viable. Por ello, decidió contactar con la empresa, que formó un comité que estuvo evaluando la tecnología durante unos días.
Western Union desestimó comprar la patente por ser «un juguete, una idea loca, poco práctica, y alejada de la realidad»
La respuesta fue… curiosa. En primer lugar, dijeron que la tecnología presentaba problemas con la distancia, y que consideraban que “ese dispositivo no iba a ser capaz jamás de enviar mensajes de voz reconocibles a distancias de varios kilómetros”.
La idea de Hubbard y Bell era instalar un teléfono en todas las ciudades, lo que a ojos de Western Union era una idiotez porque “¿quién iba a querer usar ese torpe y poco práctico artefacto cuando se podía enviar a un mensajero a la oficina de telégrafos y enviar un mensaje escrito perfectamente entendible a cualquier ciudad de Estados Unidos?”
Después de esa afirmación, concluyeron que por qué iban a aplicar esa idea extravagante y poco práctica, cuando el telégrafo incorporada todas las mejoras técnicas hasta entonces. Afirmaban que el teléfono era una idea loca, y que mostraba falta de entendimiento de la realidad técnica y económica de la época, afirmando que no era más que un juguete. Así, procedieron a desestimar la compra porque era una patente “absolutamente inaceptable y sin ninguna utilidad”.
Tras recibir la negativa, Graham Bell fundó la Bell Telephone Company, donde empezaron a comercializar el nuevo teléfono ellos mismos. Dos años después, el presidente de Western Union confesó que, si le hubieran ofrecido la patente por 25 millones de dólares, podría considerarse como una ganga. Sin embargo, para entonces ya no se encontraba a la venta, y la empresa ya estaba haciendo ganar a sus creados millones de euros.
Como vemos, la innovación no siempre luce igual para todos. Motorola desestimó originalmente la idea de crear procesadores baratos a principios de los años 70 porque “los suyos vendían los suficientemente bien”. Su creador, Chuck Peddle, se fue a MOS y creó el MOS 6502, que revolucionó la industria de los ordenadores para siempre.