En Corea del Norte viven más de 26 millones de personas, pero solo un puñado de ellas tienen acceso a Internet. El resto desconoce qué significa, nunca lo ha visto o lo considera una leyenda. Ahora, desde Corea del Sur, se publica un estudio que desvela aquello que el gobierno norcoreano no quiere que el mundo sepa. La situación para sus habitantes es terrible.
Para ti, Internet es algo normal e incluso tienes conexión en tu segunda residencia. Si eres joven, posiblemente ni se te ocurra pensar en un mundo en el que antes la red no existía. Si ya tienes cierta edad, te habrás acostumbrado tanto que también te resultaría extraño vivir sin estar conectado. Pero en Corea del Norte, navegar por páginas web es algo propio de la ciencia ficción. Solo unos pocos lo hacen y su versión de Internet está totalmente controlada. En realidad, no es Internet. Ahora, gracias a la experiencia que han tenido los miembros surcoreanos de la organización PSCORE, sabemos qué ocurre si necesitas estar conectado a la red en Corea del Norte.
Una experiencia para olvidar
Cuando los componentes de PSCORE llegaron a Corea del Norte pusieron en marcha el papeleo necesario para poder conectarse a Internet dentro del país. Tras varios días de espera y de rellenar documentos, consiguieron algo que no es precisamente habitual: permiso para entrar en la red. Pero no tal y como lo harías en cualquier otro lugar, sino con la presencia de personas que monitorizaban la actividad que estaban realizando y que tenían que dar su aprobación cada cinco minutos. Así, al pasar ese breve periodo de tiempo, el ordenador de quienes están conectados se bloquea y el monitor tiene que desbloquearlo con su huella.
Además, se confirma que el contenido al que se puede acceder online desde Corea del Norte se encuentra extremadamente limitado. Se habla de ello más como una Intranet que da la sensación de ser Internet que de una red online como la que nosotros conocemos. Los resultados de esta experiencia, así como otros documentos e investigaciones relacionadas, se presentan ahora en la RightsCon, una conferencia sobre los derechos humanos. Allí es donde más sorpresas se han generado por ver cómo, en la actualidad, puede existir un lugar que limita Internet tal y como lo hace Corea del Norte.
Incluso peor que en China
En otros países de Asia, como China, también existe un férreo control de los contenidos a los que pueden acceder los habitantes de la nación. Pero no es nada comparado a lo que ocurre en Corea del Norte. Cuenta un desertor que, cuando estaba estudiando en su país, le enseñaron en la escuela el significado de la World Wide Web. Pero explica que le resultó muy complicado aprenderlo, porque nunca llegó a ver la red tal y como existe en otros países. Lo único que sabía era que se trataba de algo parecido a un archivo o una red donde podías buscar cosas. Más allá de eso, todo lo que visualizara se lo tenía que imaginar él mismo.
Además, las enseñanzas sobre el tema eran muy limitadas, limitándose a un concepto básico sobre la existencia de Internet. Nunca aprendió ni se le instruyó sobre el resto de tecnología y tampoco había oído hablar de Google hasta que escapó del país.
Los testimonios que se han presentado en la conferencia reúnen las experiencias de más de 100 desertores de Corea del Norte que coinciden en lo que explican y en los detalles de la realidad de la existencia de Internet en su país de origen. En su visita a Corea del Norte, los miembros de PSCORE también comentan que solo les dieron una hora de conexión a Internet y que, para extender el periodo, tendrían que haber vuelto a pasar por todos los procesos de comprobación. Además, como curiosidad, mencionan que solo les dejaron conectarse a páginas que estaban en chino o en inglés, dado que se habían bloqueado todos los accesos a cualquier web relacionada con el país. No querían que nadie viera su propio Internet.
¿Y qué pasa con los móviles?
¿Tienen smartphones los ciudadanos de Corea del Norte? La respuesta, aunque te sorprenda, es sí. Las estadísticas indican que entre un 50 y un 80% de los adultos tienen su propio teléfono móvil. Pero, por supuesto, con limitaciones. Pueden usar sus móviles para enviar mensajes o para hacer llamadas. Los móviles están programados para que se hagan capturas de pantalla cada pocos minutos que luego se envían a los servidores del gobierno a fin de poder monitorizar a los ciudadanos y descubrir si están usando sus terminales para algo ilegal. Además, los únicos contenidos que están permitidos son aquellos que el propio gobierno aprueba.
Sí que hay algunas excepciones. El líder del país y unas pocas familias que tienen relación con el mismo, así como algunos extranjeros que residen en Corea del Norte por distintos motivos, pueden conectarse al Internet que todos conocemos. Ese grupo de personas, unas pocas docenas, son las que están en lo más alto del acceso a la red en Corea del Norte. A continuación, en segundo lugar, se encuentran investigadores, científicos u oficiales del gobierno a los que se les da acceso a esa Intranet coreana, esa versión falsa de Internet que solo permite acceder a ciertos contenidos. Y luego están todos los millones de habitantes que nunca han visto Internet o solo se han conectado a la red cuando han salido del país por motivos laborales. El desconocimiento es pleno.
Arriesgar la vida por Internet
Hay algunas personas que han tratado de llevar algunos contenidos de Internet a los habitantes del país y así proporcionar a los ciudadanos la posibilidad de disfrutar de cosas que, para el resto del mundo, son normales. Es lo que ocurrió hace unos años con un hombre que consiguió colar dentro del país los episodios de la serie de Netflix El juego del calamar, producida en Corea del Sur. Cuando el gobierno descubrió lo que estaba haciendo, lo condenó a muerte de manera implacable.
Hay desertores que hablan de cómo, cuando estaban en el país, llevaron a cabo todo tipo de planes para poder conectarse a Internet, colándose en instalaciones del gobierno para navegar o incluso jugar con su móvil. Pero reconocen que no se pueden cometer riesgos, porque nunca se sabe cómo pueden reaccionar los agentes del gobierno. La realidad de Corea del Norte es dura y sorprendente, pero muy real.