La contaminación reduce la efectividad de la vacuna contra la COVID

La contaminación reduce la efectividad de la vacuna contra la COVID

Juan Scaliter

La efectividad de la vacuna que combate el virus SARS-CoV2 depende de múltiples factores, desde la edad y la forma física hasta las horas del sueño . De acuerdo con un reciente estudio, la contaminación ambiental sería uno de ellos.

La rapidez en el desarrollo y la puesta a punto de la vacuna contra la COVID ha permitido salvar millones de vida. Y ahora se comienza a estudiar su efectividad en los diferentes grupos vacunados. La edad, según un informe de la Unión Europea, sería uno de ellos. Y algo parecido ocurre con las horas de sueño: un buen descanso aumenta la efectividad de las vacunas, según un estudio publicado en Cell.

A estas evidencias se suma un análisis publicado hoy en Environmental Health Perspective, realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) que señala que las personas expuestas a niveles más altos de contaminación del aire antes de la pandemia tenían menores respuestas de anticuerpos a las vacunas contra la COVID-19.

En particular, la exposición a partículas finas (PM2.5), dióxido de nitrógeno (NO2) y carbono negro (uno de los principales tipos de partículas​ en el hollín) se asocia con una disminución de alrededor del 10 % en las respuestas de anticuerpos IgM e IgG en personas sin infección previa. Estos anticuerpos son las inmunoglobulinas IgG e IgM, proteínas que reconocen, captan y bloquean los virus para que los linfocitos del sistema inmune puedan reconocerlos y eliminarlos.

Una década de información de la población

Para llegar a esta conclusión el equipo, liderado por Manolis Kogevinas, analizó datos de 927 participantes de 40 a 65 años, que respondieron cuestionarios y dieron muestras de sangre en el verano de 2020 (justo después del confinamiento) y en la primavera de 2021 ( después del inicio de la campaña de vacunación). Todos los participantes habían recibido una o dos dosis de las principales vacunas contra la COVID-19 administradas en España (fabricadas por AstraZeneca, Pfizer o Moderna). El equipo de investigación midió los anticuerpos IgM, IgG e IgA contra cinco antígenos virales. La exposición a partículas finas (PM2.5), carbono negro, dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono (O3) se estimó para cada participante en función de su domicilio antes de la pandemia. Los resultados confirman los efectos adversos de la contaminación del aire en el sistema inmunológico.

“Ya se había demostrado que los contaminantes del aire afectan las respuestas inmunitarias – explica Kogevinas –, por lo que en este estudio deseábamos determinar si la contaminación del aire también afecta las respuestas de anticuerpos a las vacunas COVID-19. La respuesta, en pocas palabras, es sí. La colaboración de todos los voluntarios, con más de diez años de datos, nos ha permitido estimar de forma fiable el nivel de exposición ambiental de todos los participantes”.

Los resultados muestran que, en individuos no infectados, la exposición previa a la pandemia a PM2.5, NO2 y BC se asoció con una reducción del 5 % al 10 % en los anticuerpos de espiga inducidos por la vacuna. La disminución de anticuerpos se mostró tanto para las respuestas tempranas de IgM como para las respuestas tardías medidas por IgG. Los resultados fueron similares para las tres vacunas.

“La contaminación del aire puede inducir a inflamación crónica, lo que se ha asociado con un efecto negativo sobre la eficacia de la vacuna – añade Carlota Dobaño, coautora principal del estudio –. Nuestros hallazgos son consistentes con la evidencia de que los contaminantes orgánicos persistentes reducen las respuestas a las vacunas en los niños”.

El estudio no analizó si la reducción en las respuestas de anticuerpos condujo a un mayor riesgo de infecciones intercurrentes (aquellas que sobrevienen durante el curso de otra) y su gravedad. “Sin embargo, nuestros hallazgos se suman al creciente cuerpo de evidencia sobre los efectos adversos de la contaminación del aire, incluso en los niveles relativamente bajos observados en Europa Occidental.  Y al mismo tiempo destacan la necesidad de poner límites de contaminación del aire más estrictos, como recomienda la OMS”, concluyen los autores.

El estudio se une a un creciente cuerpo de evidencia científica que muestra que si bien hay factores que no podemos controlar al ser vacunados (como la genética) hay otros, como el sueño o la calidad del aire, en los que sí podemos influir de forma positiva a la hora de aumentar nuestra respuesta inmune.

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