El curioso origen de los colores del semáforo que seguro que no conoces

El curioso origen de los colores del semáforo que seguro que no conoces

Justo Romanos

El semáforo es un elemento cotidiano que seguro que has visto a tu alrededor desde que eras niño, pero cuyo origen es muy probable que nunca te hayas planteado. Al fin y al cabo, es solo un semáforo. ¿Pero y si te dijéramos que la historia del semáforo y de sus colores resulta curiosa e interesante? Para contártelo, viajaremos hasta su origen, el cual se remonta hasta 1868. Desde entonces, no ha dejado de extenderse por el mundo entero.

¿Recuerdas todos los semáforos que te cruzaste la última vez que te pusiste al volante? Probablemente, no. Porque el semáforo está ahí, lo respetamos y sabemos que salva vidas, pero quizá no se le da la relevancia que merecería. Y lo cierto es que ya han pasado más de 150 años desde que se fabricase el primero. Su historia y el motivo por el cual se eligieron sus colores resulta, cuanto menos, curiosa. Y aunque hoy día la tecnología haya cambiado la forma de conducir, accediendo a tráfico en tiempo real con Google Maps y otras herramientas, nunca está de más conocer un poco mejor la historia de todo lo relacionado con el coche.

El primer semáforo

Corría el año 1868 y en los alrededores del Palacio de Westminster, en Londres, se acumulaba cada vez más tráfico de peatones, siendo necesario encontrar soluciones para evitar riesgos y accidentes. La propuesta que recibió la atención de las autoridades fue una idea de J. P. Knight, un ingeniero ferroviario que se inspiró en los sistemas de señalización que usaban los trenes de la época. No obstante, no se trataba de un sistema eléctrico, sino que el primer semáforo estuvo fabricado con lámparas de gas de colores rojo y verde.

No obstante, las lámparas del semáforo no se encendían durante el día, sino que su razón de ser era como sistema de apoyo durante la noche. El motivo de ello es que el propio semáforo estaba gestionado por un agente de tráfico que era quien cambiaba la señal y activaba la lámpara que correspondiera en cada momento, por lo que durante el día no era necesaria la luz. Cuando había luz, las distintas posiciones del semáforo que el guardia ajustaba, tenían tres niveles: avanzar, detenerse o avanzar con cautela. A lo largo de la noche, con la intención de simplificar el sistema de las lámparas de gas, solo se utilizaban las dos señales principales: avanzar o parar.

Los colores se eligieron teniendo de referencia su inspiración en el mundo de los trenes, pero también debido a las propiedades de cada uno de ellos. El rojo es un color que siempre se ha asociado al peligro, en parte por su relación con la sangre, por lo que se trataba de la elección lógica también en aquella época. De todas formas, había otro motivo: la longitud de onda del color, lo que permitiría que se viera desde la distancia y así evitar un mayor número de accidentes. El verde, inicialmente parecía que no se iba a utilizar en los semáforos, puesto que en los trenes también era recurrente como señal de parada (y la señal de avanzar era de color blanco). Pero la longitud de onda del color, menor que la del rojo, aunque también elevada, llevó a que terminara siendo el elegido. El uso del blanco quedó abandonado porque se produjeron accidentes debido a que, en algunas zonas, era fácil confundirlo con el brillo de las estrellas. Por ello, el verde comenzó a ser utilizado también en el sistema ferroviario. En cuanto al tercer color, este no llegó hasta 1920.

La historia de ese primer semáforo no terminó bien: explotó y causó daños severos al agente que se ocupaba en ese momento de su gestión. Pero eso no impidió que semáforos similares comenzaran a llenar las calles de otros países, llegando a ser muy habituales en Estados Unidos.

El debut del semáforo eléctrico

La invención del primer modelo eléctrico se produjo en Ohio, Estados Unidos, de la mano de un policía llamado Lester Wire. Tomó de referencia los últimos progresos que se habían realizado en el sector y decidió llevar el concepto más allá con un equipo eléctrico que permitiera más flexibilidad a los guardias responsables de su gestión. Implementó los dos colores principales y un botón con señal auditiva que ayudaba a alertar a los ciudadanos del momento en el que cambiaba el color del semáforo. Con anterioridad, en vez de un botón con sonido se utilizaba un silbato. Ese primer semáforo eléctrico se puso en Salt Lake City y pasó a la historia.

En 1920, como te decíamos antes, se introdujo un modelo con luces de tres colores. Su creador fue el policía William Potts, que se había encontrado con situaciones complicadas en las que, en algunas zonas, era difícil que distintos agentes gestionaran el tráfico si había varios semáforos cercanos. La manera en la que decidió poner solución al problema fue mediante la introducción de una tercera luz de alerta. Optó por el color ámbar porque es fácilmente distinguible tanto del verde como del rojo, quedando en un punto intermedio que evitaría accidentes. Además, sabía que en las vías de tren ya se estaba utilizando y encontró lógico implementarlo también. Por otro lado, la longitud de onda del ámbar está por debajo de la que tiene el rojo, pero por encima de la del verde, así que encaja perfectamente.

En el semáforo de 1920 ya se incorporó también un temporizador que se ocuparía de hacer el cambio de los colores para que el uso de la luz ámbar tuviera más sentido. En ese momento nació el semáforo tal y como lo conocemos y que sigue siendo un elemento imprescindible en las calles. Además, la incorporación del temporizador se extendió con rapidez y llevó a que muchos agentes tuvieran que ser recolocados en otros puestos laborales.

Curiosidades de los semáforos

Aunque ya te hemos contado el origen del semáforo y su particular historia, todavía hay algunos aspectos curiosos que te podemos detallar y que resultan muy interesantes. Por ejemplo, el semáforo más antiguo del mundo que todavía funciona se encuentra en un museo de Ohio. Con anterioridad había estado en funcionamiento entre los años 1932 y 1982. Las autoridades de la región decidieron «jubilarlo» para que pudiera ser admirado por las generaciones futuras, lo que también le sirvió para entrar en el Libro Guinness de los Récords.

En España, el primer semáforo se instaló en el año 1926. Se colocó en una de las zonas con mayor tráfico de Madrid: el cruce entre la Gran Vía y la calle Alcalá. Se trató de un momento muy esperado por los ciudadanos a la vista de las aglomeraciones que era habitual que se formaran en ese punto del centro de la capital, combinándose tanto peatones con coches y carruajes, no sin olvidar a los agentes de tráfico que se ocupaban de poner orden hasta la llegada del semáforo. Ese primer modelo instalado en España ya tenía las tres luces, pero los ciudadanos no las entendían. Cuentan las crónicas periodísticas de la época que las autoridades tuvieron que hacer un gran esfuerzo para que los peatones aprendieran el funcionamiento de las luces. Había llegado un cambio para todos y era necesario que entendieran lo que significaban.

Los semáforos para peatones tardaron en llegar. En realidad, no entraron en las ciudades hasta 1950, momento en el cual las autoridades de tráfico veían incapaz mantener un único sistema de semáforo. Era necesario que hubiera luces independientes para coches y peatones. No obstante, en algunos países los semáforos, incluso los de vehículos, tardaron mucho en llegar. En Bangalore, en India, no se instaló el primer semáforo hasta el año 1963.

Y en Japón, por ejemplo, no se utiliza la luz verde, sino que el color que ocupa su lugar es el azul. Aunque en tiempos modernos la luz ha ido cambiando cada vez más a verde, todavía hay algunos semáforos que tienen un remarcado color azul. Los propios ciudadanos llaman luz azul a la luz verde, por mucho que el color que estén viendo sea el verde. El motivo de ello se remonta a mucho tiempo atrás, a una época en la que el idioma del país solo tenía palabras para cuatro colores: blanco, negro, rojo y azul. Por lo tanto, cualquier luz de color verde acababa siendo llamada con la palabra del color azul, porque era la más parecida que podían encontrar.

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