La luna rosa de abril no será rosa pero, ¿por qué la vemos de diferentes colores?

De un blanco pálido a un marrón oscuro, pasando por naranja, violeta, amarillo y azul. Estos son todos los colores en los que podemos ver la luna. Y cada uno de ellos tiene una explicación.
Entre el 5 y el 6 de abril la luna llena que veremos en el hemisferio norte se conoce popularmente como la luna rosa… pero no por su color. El verdadero motivo es más botánico que geológico o físico: esta luna llena coincide con la floración en Estados Unidos de la Phlox rosa, perteneciente a un género con 120 especies de plantas. La mayoría son nativas de las regiones templadas de América del Norte y los habitantes originarios de estas zonas se aprovecharon de la coincidencia entre luna llena y floración para bautizarla así.
Pero esta luna también es conocida como Luna de Pesaj (coincide con la celebración de las pascuas judías), como Hanuman Jayanti en el calendario hindú, mientras que para los budistas de Sri Lanka es Bak Poya. Pero, pese a sus diferentes nombres, la luna que vemos no es rosa, aunque a lo largo del año la veamos de decenas de colores. Y esto depende de la física y de la geología. Vamos por partes.
Vemos los objetos, básicamente, porque la luz rebota en ellos. Así lo que nuestros ojos descifran es “el mapa del objeto hecho por la luz” y no el objeto en sí. De este modo vemos la luna brillar porque refleja la luz del Sol y es muy poca la que refleja: del 3 al 12% de la luz solar que recibe.
El brillo de la luna depende de dónde se encuentra en su órbita alrededor de la Tierra. Es decir, desde qué ángulo nos llegue ese “mapa” que mencionamos antes. Pero hay un detalle importante que hay que tener en cuenta que se suma a la física.
Dime de qué estás hecho y te diré tu color
La superficie de la luna está hecha de rocas volcánicas, y son estas rocas las que colaboran con los colores. A simple vista, cuando observamos nuestro satélite distinguimos dos áreas: unas más claras y otras más oscuras. Las superficies más claras son las tierras altas lunares, mientras que las áreas más oscuras son, a menudo pero no siempre, las tierras bajas. Las regiones montañosas son pobres en hierro y ricas en calcio, razón por la cual también son más claras (las áreas ricas en hierro en la luna tienden a ser más oscuras).

Mientras tanto, las zonas bajas tienen una mayor abundancia de basaltos, rocas volcánicas muy oscuras. Pero los basaltos no siempre son completamente negros, a veces, contienen un mineral llamado olivino. En su entorno natural (enterrado a altas temperaturas y presiones), el olivino es un hermoso cristal verde. Cuando se mueve hacia la superficie, comienza a desgastarse, pero aún puede mantener un tono verdoso. Esta es la razón por la cual algunas partes de la luna tienen un tinte verde muy vago.
Todo depende del cristal con que se mire
De este modo, la geología lunar puede influir en cómo se refleja la luz del Sol y darnos unos tonos característicos. Pero la riqueza cromática viene de la atmósfera… de la nuestra. La luz de la luna tiene que viajar a través de la atmósfera de la Tierra para llegar a nosotros. Eso significa que las longitudes de onda más cortas (como la de la luz azul) se dispersan cuando golpean las moléculas en la atmósfera, mientras que la luz rojiza y naranja (longitud de onda más larga) pasa más fácilmente. Cuanto más largo es el recorrido, más se pierden los tonos azules y viceversa: por eso al mediodía vemos el cielo azul, pero por la tarde, cuando el recorrido de la luz solar es más largo, aparecen los tonos rojizos. Lo mismo ocurre con la luz de la Luna y por ello es más fácil verla en tono ligeramente azulado cuando está más cerca de nosotros que cuando está más alejada. Así, la distancia a la que nos encontramos de ella, su posición en el horizonte y dónde se refleja la luz en su superficie, nos dan tonos diferentes.

Pero hay más. En el viaje de la luz lunar a la Tierra ya vimos que esta debe atravesar la atmósfera y esta no siempre tiene las mismas condiciones. La contaminación, incendios, vientos del desierto con partículas de polvo de mayor tamaño, todos estos factores también inciden en la paleta cromática de la luna. Y la altura también tiene algo que decir: debido a que la atmósfera más cercana a la superficie de la Tierra es mucho más densa que en las alturas, el color de la Luna no será el mismo si la vemos a nivel del mar o a 3.000 metros de altura. En este último caso será más azulada debido a que estas ondas pueden llegar con más facilidad.
Pero, ¿existe la Luna Rosa?
Hemos hablado con Marcella Giulia Pace, autora de la imagen principal de este artículo y ella nos ha explicado cómo logró fotografiarla.
«En la latitud en la que tomó la imagen (Sicilia), la refracción anticipa la puesta del sol y retrasa la salida del sol unos 2-3 minutos. El Sol y la Luna estaban en el cielo al mismo tiempo y a la misma altura del horizonte. Estaba esperando esta Luna Llena porque sabía que la Luna tan baja en el horizonte, al atardecer, me permitiría fotografiarla en muchas más tonalidades de colores que las otras Lunas Llenas. De hecho ese día la Luna, además de pasar por las capas inferiores de la atmósfera, que normalmente determinan diferentes colores que van desde el rojo hasta el amarillo, pasó por diferentes condiciones de luz (puesta de sol, crepúsculo…) y su color inicial tendió a un rosa brillante hermoso».
Así que, por más interesante que sería tener «programada» una luna rosa siempre en abril, eso nunca ocurre. La ventaja, a cambio, es que si hacemos algunos cambios en nuestra rutina (vamos más alto o la fotografiamos a diferentes horas) probablemente podamos observarla en una gran variedad de tonos.