Descubren químicos cancerígenos en juguetes, auriculares y cables de ordenador
La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasifica a las parafinas cloradas como posibles cancerígenos para los seres humanos y su presencia a nuestro alrededor es cada vez mayor a pesar de estar prohibidas en algunos países.
Las parafinas cloradas (PC) son sustancias que se ajustan a la definición sobre contaminantes orgánicos persistentes registradas en el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes que entró en vigor en 2004. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) las clasifica como posiblemente cancerígenos para los seres humanos.
Pese a esto en Europa se ha autorizado su uso en circunstancias muy específicas como señala un documento del Parlamento Europeo: “se autorizarán la producción, la comercialización y el uso de sustancias o de preparados que contengan PC en una concentración inferior al 1 % en peso o de artículos que contengan PC en una concentración inferior al 0,15 % en peso. El uso estará autorizado en los siguientes casos:
a) cintas transportadoras de la industria minera y sellantes para diques que contengan PC y que ya estuvieran utilizándose antes del 4 de diciembre de 2015 o en esa fecha, y
b) artículos distintos a los indicados en la letra a) que contengan PC y que ya estuvieran utilizándose antes del 10 de julio de 2012 o en esa fecha.
En este tema hay mucha química
En términos químicos las PC son sustancias organocloradas que se producen, simplemente, por la reacción de gas de cloro con parafinas (hidrocarburos). Su producción global es enorme: más de 1 millón de toneladas por año, y está aumentando. Estos productos químicos se utilizan en productos cotidianos como retardantes de llama, plastificantes y lubricantes pero hasta ahora, se desconocían muchos de sus usos específicos en productos.
De acuerdo con un reciente estudio, publicado en Environmental Science: Processes & Impacts, las parafinas cloradas que causan cáncer todavía se usan en una amplia gama de productos cotidianos que se venden en América del Norte, a pesar de su conocido daño a la salud y de llevar prohibidas en Canadá durante una década. Los responsables del estudio, liderados por Hui Peng de la Universidad de Toronto, detectaron parafinas cloradas de cadena corta en más del 85 % de los productos analizados, incluidos auriculares, juguetes de plástico, ropa, productos de cuidado personal y pinturas para interiores.
«Nos asombró encontrar parafinas cloradas en este tipo de productos – afirma Peng –. Cualquier padre se estremecería al pensar que su bebé mastica un juguete lleno de sustancias químicas que causan cáncer. Necesitamos proteger a nuestros niños y al público en general de estas sustancias dañinas».
Las parafinas cloradas de cadena corta causan cáncer en ratas y ratones de laboratorio, específicamente en el hígado, la tiroides y los riñones. Aunque no hay estudios en humanos, las agencias de salud lo clasifican como posible cancerígeno.
En 2012, el Gobierno de Canadá determinó que «todas las parafinas cloradas se consideran nocivas para la salud humana» y prohibió su fabricación, nuevo uso e importación. En 2017, las parafinas cloradas de cadena corta se incluyeron para su eliminación en el marco del Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes.
¿Hay alternativas a su uso?
Las concentraciones más altas de parafinas cloradas en el estudio liderado por Peng se detectaron en auriculares y cables de ordenador. Las siguientes concentraciones más altas se encontraban en juguetes y en envases de juguetes. Estos usos pueden dar lugar a la exposición humana a través del contacto directo con las manos, los niños pequeños se llevan los productos a la boca y el polvo contaminado que pasa de las manos a la boca.
Dado que los productos probados se fabricaron en gran parte para un mercado internacional, es probable que también se encuentren parafinas cloradas en productos similares en los EE. UU. o Europa.
«Las parafinas cloradas son muy dañinas y están muy extendidas en los productos cotidianos, pero pasan desapercibidas – concluye la coautora del estudio, Arlene Blum –. Muchos de sus usos son innecesarios y deben detenerse de inmediato para personas y ecosistemas más saludables”.