Ahora vemos las conexiones de fibra óptica como algo normal y cada vez más presente en nuestra sociedad. De hecho, en España es la tecnología más utilizada para que los usuarios se conecten a Internet, pero las cosas no eran así hace no demasiado tiempo. De hecho, aunque el primer cable submarino empezó a instalarse en 1954, no fue hasta 1988 cuando se instaló el primer cable submarino de fibra óptica. Su nombre TAT-8 y su historia es la que viene a continuación.
Ya hemos contado cómo es por dentro un cable submarino, pero nunca está de más recordarlo. En caso de cortar el cable de manera transversal, encontraríamos multitud de capa con diferentes funciones. Por un lado, tenemos un recubrimiento de polietileno, cinta mylar o tereftalato de polietileno, alambre de acero trenzado, barrera de aluminio resistente al agua, policarbonato, tubo de cobre o aluminio, vaselina y finalmente el cable que conduce los datos en cuestión.
Los primeros cables, como el Cable Transatlántico Telegráfico que se terminó de instalar en 1866, utilizaban fibras de cobre en su interior. Más tarde, se apostó por el cable coaxial que es el que vemos en las conexiones HFC. Finalmente, la fibra óptica cogió el testigo y lo hizo con la instalación del primer cable que utilizaba esta tecnología. Se llamó TAT-8 y empezó a funcionar en 1988.
TAT-8: la historia del primer cable submarino de fibra
La década de los 80 estuvo marcado por diversos acontecimientos y fenómenos como la Guerra Fría. También se recuerda el afán por la globalización y la comunicación entre territorios y países. En esa década se había conseguido fabricar fibra óptica para transportar los datos por decenas de kilómetros sin pérdidas y poco a poco se fue perfeccionando la tecnología.
Segmento del cable TAT-8
Finalmente, se consiguieron las condiciones idóneas para desplegar un cable con núcleo de fibra a través del Océano Atlántico. Este cable unía Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia y fue construido por un consorcio de empresas formado por AT&T Corporation, France Télécom, y British Telecom. El coste fue de 335 millones de dólares y funcionó desde 1988 hasta el año 2002.
Su capacidad era de 40.000 circuitos telefónicos (es decir, llamadas simultáneas), lo que equivale a 295,6 Mbit/s de velocidad. El cable contaba con tres pares de fibra óptica, aunque sólo dos funcionaban y la tercera estaba como repuesto. Su instalación no estuvo exenta de problemas siendo dañado por los barcos de pesca en las zonas en las que no podía ser enterrado.
También hubo problemas con los ataques de los tiburones en ciertas zonas, lo que complicó enormemente los dos primeros años de vida del cable. Sin embargo, tras estos inconvenientes iniciales, el cable sentó las bases de muchos cambios que iban a llegar con Internet en los próximos años y también el despliegue de nuevos cables submarinos.