¿Es el fin de las residencias para ancianos? Este robot cuidará de nuestros abuelos y costará mucho menos

Normalmente, cuando nos hacemos mayores, es la familia la que cuida de nosotros o, en el mejor de los casos, las costosas residencias. Pero se trata de un servicio que cada vez tiene más problemas, con personal que no está lo suficientemente cualificado y con una gran carga económica que empuja a las familias a buscar alternativas.
De ahí que los gobiernos y empresas tecnológicas estén buscando soluciones. Y sí, la han encontrado en algo que hasta hace poco podría sonar a ciencia ficción: los robots cuidadores.
¿Qué son los robots cuidadores y cómo funcionan?
Aunque pueda parecer un concepto demasiado utópico y ligado a películas futuristas, lo cierto es que ya existen modelos reales que han sido probados y están siendo implementados en centros de mayores. Son robots que controlar los signos vitales o avisan si el paciente tiene una caída, pero también son capaces de dar tema de conversaciones, leer cuentos, acompañar en el día a día y combatir la soledad de nuestros ancianos.
Lo bueno de estos robots, y también su principal ventaja, es que ni se cansan, ni tienen turnos, ni se piden días libres, y lo más importante, no cobran una nómina. Esto es lo que les convierte en una opción realmente atractiva frente a la escasez de profesionales en el sector sociosanitario, y poner fin a la saturada sanidad española, en la que es imposible pedir cita.

En países como Japón, Corea del Sur o Singapur, donde el envejecimiento está especialmente acusado, llevan años desarrollando y probando este tipo de tecnologías con resultados sorprendentes. En muchos casos, los usuarios no solo se han adaptado bien a la compañía robótica, sino que incluso la prefieren frente a la soledad.
La inteligencia artificial aplicada a estos robots permite detectar cambios de humor, patrones de sueño alterados o síntomas de deterioro cognitivo. En algunos centros, incluso se usan sistemas que transforman conversaciones que los robots tuvieron con pacientes en un pasado en libros personalizados para que las personas con demencia puedan volver a leer su propia historia. También hay asistentes robóticos que, con cámaras y sensores, garantizan que los mayores no sufran caídas, que toman la medicación adecuada o que comen correctamente. Todo ello sin necesidad de la intervención directa de un ser humano.
El inicio de un dilema ético
La gran pregunta es: ¿estamos preparados como sociedad para que los cuidados de nuestros mayores sean responsabilidad de una máquina? Desde un punto de vista económico, no hay duda de que la propuesta es atractiva. Mantener una plaza en una residencia de ancianos cuesta miles de euros al año. En cambio, el desarrollo y despliegue de estos robots tendrá un coste inicial elevado, pero se amortizará a medio plazo. Y no hay mejor argumento que el económico, especialmente es países en los que los sistemas públicos no cubren estas necesidades o no disponen de los recursos necesarios.

Aunque los robots cuidadores son una solución realmente prometedora ante la crisis del cuidado y la saturación de la sanidad, también plantean dilemas éticos, emocionales y sociales que no podemos pasar por alto. La tecnología avanza a gran velocidad y su presencia en hospitales o casas será cuestión de tiempo. Pero más allá de su llegada, lo importante será cómo decidamos integrarla en nuestras vidas y hasta qué punto estamos dispuestos a dejar en manos de una máquina algo tan profundamente humano como el acto de cuidar.