Por qué La Revuelta de Broncano sí se adapta perfectamente a la televisión pública
Se ha criticado al programa primero por el presupuesto (cosa que se ha exagerado y tergiversado hasta el límite), y luego por argumentos tan extraños como que La Revuelta quita protagonismo a otros programas de la cadena pública, que es una herramienta de ‘propaganda sanchista’, o incluso por el hecho de que tanto Broncano como Motos sean hombres blancos dominando el prime time.
De camino a su estreno, y también después de su arranque, se han publicado decenas de artículos criticando por cualquier motivo el aterrizaje del cómico en La 1. La reconvertida Resistencia en Televisión Española sigue copando titulares, con espectadores y prensa pendientes al audímetro para ver quién gana en esta titánica lucha Motos-Broncano.
Pero es que por mucho que desde determinados intereses se intente opacar el éxito del programa, dichos argumentos poco convencerán a los que sí lo están viendo (y que, de hecho, son mayoría según los últimos datos de audiencia). Vamos por partes.
El formato de ‘La Resistencia’ (utilizo el nombre muerto porque la nueva Revuelta es un calco de este) encaja muy bien en la parrilla de TVE, porque es un programa, para empezar, bastante democrático y plural, o al menos, bastante más que sus contrapartidas en el resto de cadenas. La Revuelta interpela, incluye y conversa diariamente con personas del público, que pueden ser artistas ellos mismos o personas de a pie, completamente comunes y corrientes, y de todas las edades, desde jóvenes a ancianos.
Un programa democrático
La Revuelta se sostiene sobre la improvisación, algo que, por cierto, no es fácil aunque pueda dar esa apariencia si se hace correctamente. Esa improvisación tiene mucho que ver con su público, al que se le ofrecen altavoces para participar con mucha libertad al inicio y durante el transcurso de la emisión.
En cada programa, se escoge a un miembro del público (justificado en que por alguna razón cae mal al resto, pero siempre enmarcado en la broma) para que se coloque en un lugar destacado (un bidé), y por otro lado, otro asistente del programa es escogido para sentarse junto a Sergio, miembro del equipo, que le pondrá un micrófono en la boca cuando quiera comentar algo.
Lo que hace este sistema es facilitar momentos tan surrealistas y graciosos como el del joven que se reía el otro día de su desafortunada vida sexual, o el de la mujer mayor que recientemente podía interpelar al actor de The Walking Dead Norman Reedus, dando lugar a un irrefutable momento de humor español totalmente impensable en otros programas: el de la clásica señora española (como podría ser cualquiera de nuestras madres o abuelas) a la que se le daba la oportunidad de, desde su butaca, interpelar a un actor de Hollywood y preguntarle por sus intimidades prácticamente sin barreras de decoro o idioma.
Sencillamente maravilloso. Sin importar la edad, las distintas generaciones y segmentos demográficos tienen oportunidad de interactuar (en El Hormiguero, sería impensable que alguien del público entrase a contradecir a Tamara Falcó, por ejemplo).
Reflejo de la sociedad actual
Otro elemento básico del programa que se conserva de La Resistencia es el hecho de que, en el programa de Broncano, los invitados, por muy famosos que sean, se ven obligados a bajar a tierra y perder cualquier aura de exclusividad. Lo que quiero decir es que a los famosos, en La Revuelta, no se les tiene un respeto mucho mayor que al de cualquier otra persona de a pie, ni se les otorga un trato especial. Incluso viven momentos muy incómodos y se quedan descolocados, porque Broncano no va a hacerles una entrevista adulatoria para exaltar sus figuras (se anula el poder o privilegio social, por llamarlo así, del famoso).
Por el contrario, las preguntas clásicas y, sobre todo, la nueva relacionada con machismo y racismo, les pone en situación controvertida e incita a bajarse al barro y esforzarse en su respuesta, por ejemplo.
Esto no significa que no se emitan cumplidos al invitado por sus méritos artísticos o deportivos, sino que la conversación que mantiene el entrevistado con el presentador es muy similar a la que podría tener con cualquier ciudadano. Broncano apenas se prepara las entrevistas, y aunque esto en su día fue fuente de críticas, ha demostrado ser parte imprescindible de la mecánica del programa. No se trata de entrar en el juego del invitado grandilocuente, sino al revés: bajarle a tierra y hablar de una forma completamente natural y coloquial.
Opino que esto también es democrático, ya que invita a cualquier persona que encienda al televisor a reírse independientemente de que el invitado sea un director de orquesta de música clásica o un rapero de barrio. Sí, el Hormiguero también ha invitado a figuras variadas (hemos visto a la youtuber Soyunapringada o Bad Gyal, por ejemplo), pero el ambiente cotidiano o costumbrista de la Revuelta hace que sea un programa actualizado a su tiempo e, incluso, de humor más propiamente español que otros.
No es un programa político
Los escépticos, por no usar el término conspiranoicos, apuntan al ‘dedazo’ de TVE para plantar a un presentador que defienda una ideología concreta, un repertorio de izquierdas. Esto no tiene sentido por varias razones: La Resistencia jamás ha sido un programa político. El presentador no entra en política y, cuando lo hace porque algún invitado o miembro del público saque el tema, apenas desarrolla y se limita a resaltar lo que alguien dice.
De hecho, es el Hormiguero el que, en su tertulia diaria, suele entrar en política, pese a que los datos muestran cómo la gente prefiere pasárselo bien un rato sin tener que comentar lo último que ha pasado en el Congreso de los Diputados a la hora de la cena.
Como decía, son los propios invitados o asistentes al teatro los que pueden por voluntad propia hacer un comentario. En un programa reciente, miembros del público tiraron (literalmente) al escenario camisetas en defensa de la educación pública. En otro, una actriz comentaba lo difícil que es pagarse un alquiler. La política impregna nuestro día a día, y por ello es lógico que sea tema de conversación, aunque no se busque activamente.
El otro día, cuando asistía al programa Paula Leitón, una de las campeonas olímpicas de waterpolo femenino, se le daba la oportunidad de responder a unos comentarios despectivos e improcedentes que se vertieron sobre su físico durante las Olimpiadas.
Hay que recordar que el respeto a la mujer (o feminismo, si se quiere entender así), al igual que otros valores de armonía imprescindibles en la sociedad, no se inyectan a través de La Revuelta en forma de propaganda política: son valores cívicos (tal como recoge la ley de RTVE) y enmarcados en el proyecto europeo (del que la televisión nacional forma parte), ya que la televisión pública tiene también la función (por ley) de servir para el fomento de la cohesión social, territorial y como instrumento educativo.
En cumplimiento con la ley de TVE
Ojo, con la ley en la mano, vemos que la televisión pública debe «e) promover la cohesión territorial, la pluralidad y la diversidad lingüística y cultural de España» y «f) Impulsar el intercambio de la información y el conocimiento mutuo entre los ciudadanos de los Estados miembros de la Unión Europea como espacio común de convivencia» (ley 17/2006 de 5 de junio).
En apenas dos semanas de emisión ya han pasado por su sofá un surfista ciego, estrellas del deporte femenino y unos profesores universitarios de antropología, casi como si su equipo directivo se hubiese leído (no creo) el punto j) de ese artículo 3: «apoyar la integración social de las minorías y atender a grupos sociales con necesidades específicas», así como el punto l) «promover el conocimiento de las artes, la ciencia, la historia y la cultura» en un programa en el que, por cierto, juega un gran papel la música en directo, de la mano de Grison y Castella (y ahora también Sergio al saxofón).
La Revuelta no intenta ser un programa educativo, pero lo consigue de manera completamente orgánica y natural, cuando se hacen sketches cómicos sobre las provincias o comunidades autónomas, y cuando se da voz a una generación joven a veces más concienciada en materias sociales que la anterior.
En resumen, teniendo en cuenta todos los elementos, considero que habría que hacer piruetas mentales para no ver en La Revuelta un éxito a todas luces, ya no solo por la audiencia conseguida, sino porque está muy claro que La 1 ha logrado su propósito: obtener un programa exitoso y ajustado a lo que debe ser la televisión pública, un tándem muy complicado. La Resistencia nunca encajó del todo en una televisión de pago (sus visualizaciones procedían sobre todo de la plataforma abierta YouTube).