Las conexiones de fibra óptica siguen expandiéndose por todo el mundo mientras en España asistimos a un inmovilismo al respecto ciertamente preocupante. Nueva Zelanda ha sido el último país que ha anunciado que llevará FTTH a la gran mayoría de su población de aquí a 10 años, con una velocidad mínima de conexión de 100 Mbps de bajada y 50 Mbps de subida.
Según informa ArsTechnica, Nueva Zelanda iniciará una inversión de 1.500 millones de dólares neozelandeses (alrededor de 830 millones de euros) a través de una corporación estatal llamada Crown Fibre Holdings Limited. En un principio, la compañía será propiedad del estado y su principal misión será «centrarse en la construcción de una nueva infraestructura de fibra».
A su vez, diversas compañías locales colaborarán con ella para desplegar la fibra. En primera instancia invertirán con sus propios fondos, pero a partir del despliegue tendrán acceso a los beneficios económicos resultantes de las conexiones.
El caso neozelandés no es sino otro claro ejemplo de colaboración pública y privada para hacer llegar las conexiones de alta velocidad a los hogares de los ciudadanos. Es similar al plan que existe en Italia y por el cual la mitad de su población podría tener acceso a la fibra en 2015, tras el acuerdo alcanzado por el Gobierno con los operadores Vodafone, Fastweb y Wind. Estos aportarán 80 millones de euros cada uno en la inversión mientras que el Gobierno transalpino haría lo propio con 250 millones de euros.
Reino Unido también anunció recientemente sus planes de hacer llegar las conexiones de fibra a al menos dos tercios de su población para 2015 con una inversión del ex monopolio BT. Sin embargo, todos estos casos contrastan con el nuestro. En España, la CMT estimó hace un año que para el año 2023 el 45 por ciento de los hogares españoles podrían tener fibra.