Cada vez hay televisiones más grandes, pero hay varias razones por las que no sustituirán a los proyectores

Las grandes marcas siguen trabajando en televisiones cada vez más grandes y con tecnologías más inmersivas, como 3D y sistemas de color más intensos y vivos. Al pensar en formas de ver contenido en casa, casi cualquier persona piensa antes en una televisión antes que en un proyector, pero hay muchos motivos para valorar más los proyectores antes que perseguir la televisión perfecta.
Los nuevos modelos o prototipos de TV que se han dejado ver en el CES 2025, el evento de tecnología más importante del año, nos muestran que el mercado sigue desarrollando televisiones enormes con los que traer la sala de cine a nuestra casa. Televisiones de 85 o 110 pulgadas como la Hisense 110UXN, o la LG OLED G4 de 97 pulgadas.
Todos querríamos tener una de estas pantallas en casa (aunque para eso hay que tener una casa, primero), pero hay que recordar que este tipo de modelos siguen siendo muy caros. La Hisense que comentábamos vale alrededor de 13.800 euros, mientras que la LG, unos 23.000 euros. No son precios realistas para prácticamente nadie.
Un proyector puede ser la mejor opción
Frente a estos precios prohibitivos, así como la dificultad de contar con un salón con el suficiente espacio para colocar la tele, un proyector presenta bastantes ventajas.
Es cierto que casi todos preferimos la profundidad de color y los potentes contrastes que nos ofrece una pantalla OLED, por ejemplo, pero lo malo de eso es no solo pagar un precio muy alto sino arrastrar un mueble enorme y muy delicado, como es una TV, que es muy complicado mover de una casa a otra si vivimos de alquiler, por ejemplo, así como una opción problemática si tenemos hijos o mascotas y la tele queda a una altura con la que puedan llegar a romperla.
Un proyector para casa es más barato (aunque también los hay de elevado precio, como el Sony XW5000 por 4.600 euros o el JVC DLA-NZ800 por 13.800 euros), y además, es mucho más cómodo de gestionar por su reducido tamaño. La única exigencia es encontrar una parte de pared limpia y vacía para reflejar bien la imagen.
Si nos cambiamos de casa es más fácil transportarlo, o incluso traerlo con nosotros a casa de algún amigo. Al ser un aparato más robusto no debería ser tan fácil causarle daño, como si puede ocurrir con una televisión por rayones o por jugar en casa y darle con la pelota o similares. Si además no somos de ver la televisión todo el rato, sino más bien vemos cosas de forma esporádica, un proyector nos evita ocupar un gran espacio con una tele que va a estar mucho tiempo cogiendo polvo, pudiendo aprovechar el espacio para otra cosa.

Hay que decir que un proyector va a simular mejor la experiencia de cine en casa, al ser esta la tecnología que se usa en salas de cine. Podrás ajustar el proyector para agrandar o disminuir la pantalla a tu gusto, pudiendo así cambiar las pulgadas cuando quieras según el uso, algo que no puedes hacer tan fácilmente con una TV.
Finalmente, ten en cuenta que un proyector, sobre todo los proyectores LED o láser, suelen consumir menos electricidad, lo que te hará ahorrar a final de mes.
El lado negativo
Por supuesto, no se trata de pensar que un proyector siempre es mejor en todos los sentidos. Además de tener que prescindir de un mayor contraste e intensidad, como decíamos antes, ten en cuenta que para disfrutar de un proyector necesitarás un entorno oscuro. Dependiendo de donde lo vayas a poner, piensa bien si ese salón, salita o habitación puede oscurecerse al completo mediante buenas persianas o cortinas, ya que de lo contrario, no podrás disfrutar de tus películas o programas durante el día o por la tarde.
Asimismo, es cierto que el proyector puede no contar con sistema de sonido integrado, ni tampoco con TDT, por lo que necesitarás comprar dispositivos adicionales para poder usarlo realmente para ver televisión en directo, a no ser que solo te interese ver streaming y conectar consolas, lo cual es más sencillo gracias a dispositivos como el Chromecast o el Fire TV.