Varias razones por las que deberías mantenerte alejado de las apps de apuestas deportivas
Aunque es obvio que este tipo de apps supone un peligro para las personas con tendencias adictivas, el funcionamiento de sus algoritmos y sus estrategias internas para fomentar las apuestas sin fin sigue sorprendiendo, suponiendo un riesgo mayor del que mucha gente cree.
A nadie escapa que las aplicaciones de apuestas deportivas pueden ser, al igual que los casinos online y otras formas de juego, una peligrosa puerta de entrada en la adicción. Probablemente, todo aquel que por curiosidad empiece a probar una de estas plataformas o aplicaciones sea ya consciente de los riesgos que entrañan, y actúe en consecuencia tratando de no dejarse llevar. Pero es que, también es probable que muchas de esas personas subestimen hasta qué punto dichas empresas hilan fino para fomentar las transacciones al máximo.
El post en Substack de un experto estadounidense en apuestas deportivas, Isaac Rose-Berman, del que se ha hecho eco Bloomberg, muestra hasta qué punto las apps de apuestas fomentan la adicción pese a lo mucho que se esfuercen en asegurar lo contrario. En el texto, Berman explica unas curiosas estrategias que han empezado a aplicar algunos apostadores profesionales, (que logran hacer dinero con las apuestas y no son adictos).
Como explica el experto, estos apostadores buscan que las apps de apuestas aumenten las cantidades máximas de dinero que les permiten apostar inicialmente, es decir, que desbloqueen los límites para poder apostar cantidades superiores y ganar más con su inversión.
A las plataformas de apuestas no les interesa tener a profesionales jugando, ya que es más probable que ellos ganen y que, por tanto, la empresa pierda dinero. Por ello, los apostadores profesionales se han dado cuenta de que les interesa hacerse pasar por adictos para que la plataforma no sospeche y le abra la veda a apostar cantidades elevadas (ante la expectativa de que fallará y perderá el dinero).
Los expertos se hacen pasar por adictos
Para esto, los profesionales hacen actividades a modo de señuelo, es decir, simulan comportamientos como por ejemplo hacer y deshacer apuestas a altas horas de la madrugada, fingiendo unos patrones adictivos que, para estas plataformas, significan luz verde para darle mayor libertad a esa persona y que gaste más dinero en la app. Es aquí donde queda expuesto el oscuro sistema que rige muchas de estas aplicaciones: sus algoritmos detectan a aquellos con tendencias adictivas, y los anfitriones que vigilan estos datos potencian esas cuentas con recompensas en forma de dinero extra para invertir.
«Un apostador profesional que conozco instaló un robot que inicia sesión en sus cuentas todos los días entre las 2 y las 4 de la mañana, para que parezca que no puede pasar la noche sin revisar sus apuestas. Otro retira dinero y luego revierte esos retiros para que parezca que no puede resistirse a jugar», cuenta Berman.
La conclusión que se saca de esto es que las personas que empiezan a volverse adictas en estas apps tienen muchas papeletas para seguir cayendo cuesta abajo por la madriguera de conejo.
De igual forma que los casinos físicos cuentan con anfitriones cuyo trabajo es acomodar a los mayores apostadores para que continúen gastando dinero (ofreciéndoles una habitación o cenas gratis, por ejemplo), estas apps cuentan con anfitriones que están en contacto con cuentas VIP o destacadas. Estas son, las que con mayor probabilidad gastarán más dinero en la plataforma, aunque estas apuestas se conviertan en pérdidas.
Además, en un casino físico, el comportamiento descontrolado de alguien es más fácilmente visible y su evidencia incita a los responsables a expulsar a esa persona del casino, sin embargo, nadie puede ver lo que ocurre en el hogar de alguien que apuesta desde su teléfono.
Lo que quiere decir todo esto es que las apps deportivas pueden ser mucho peores de lo que uno cree, ya que en alguna parte, hay ojos pendientes de los usuarios más propensos al desastre, que no dudarán en estimularles mediante cupones o montos extra para seguir apostando, pese a las supuestas medidas de seguridad que tengan en vigor para evitar la compulsión.