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Año 2001, Argentina. El país sucumbía ante el fin de las políticas implementadas por Carlos Menem en los 90` y las provincias no tenían dinero para hacer frente a sus gastos y deudas. El estado nacional estaba quebrado y parecía que no había otro camino que volver a endeudarse con la banca privada (pagando un costo social muy alto) para obtener financiamiento. La desocupación trepaba a niveles históricos y aumentaba el disturbio social. El por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires ¡Que vuelva la peseta!Carlos Ruckauf (del partido Justicialista) se negó, como solución a la crisis, a tomar préstamos de los bancos internacionales, reestructurar el gasto público y despedir más gente. Optó, en cambio, por aplicar una medida heterodoxa: Emitir dinero propio (provincial) para pagar salarios y cubrir sus deudas. Ese dinero provincial tomó el insólito nombre de “patacón” y empezó a circular por todas las manos de los ciudadanos bonaerenses.
Al principio, esa moneda fue resistida por los comercios y empleados públicos pues la veían como un simple “papel pintado” sin respaldo alguno. Una moneda “trucha”. Una “cuasi moneda”. Un bono. Pero, dada la gran crisis que azolaba a la provincia, los mismos no tuvieron más remedio que aceptarla y así el nuevo patacón circulaba alegremente a la par del peso y el dólar. Pronto la gente descubrió que esa “moneda trucha” permitía comprar comida, pagar impuestos, pagar salarios, y entonces la economía de la provincia, que parecía al borde del abismo, recuperó su equilibrio y comenzó a caminar. Ya todo el mundo aceptaba “patacones”.
A los pocos meses muchos gauchos argentinos gritaron al unísono ¡patacón salvador! soltando por el aire sus boleadoras alegres… Una vez cumplida su misión y ordenada las finanzas públicas del estado nacional, el patacón fue retirado del mercado cediendo su lugar a la tradicional moneda del país: el Peso. Se anunciaba así el final de la crisis y el comienzo de una nueva etapa productiva
Al principio, esa moneda fue resistida por los comercios y empleados públicos pues la veían como un simple “papel pintado” sin respaldo alguno. Una moneda “trucha”. Una “cuasi moneda”. Un bono. Pero, dada la gran crisis que azolaba a la provincia, los mismos no tuvieron más remedio que aceptarla y así el nuevo patacón circulaba alegremente a la par del peso y el dólar. Pronto la gente descubrió que esa “moneda trucha” permitía comprar comida, pagar impuestos, pagar salarios, y entonces la economía de la provincia, que parecía al borde del abismo, recuperó su equilibrio y comenzó a caminar. Ya todo el mundo aceptaba “patacones”.
A los pocos meses muchos gauchos argentinos gritaron al unísono ¡patacón salvador! soltando por el aire sus boleadoras alegres… Una vez cumplida su misión y ordenada las finanzas públicas del estado nacional, el patacón fue retirado del mercado cediendo su lugar a la tradicional moneda del país: el Peso. Se anunciaba así el final de la crisis y el comienzo de una nueva etapa productiva